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¿Por qué tu WiFi funciona lento? Las claves para detectar qué está afectando tu conexión en casa

La escena es cada vez más común: el video se congela justo en la mejor parte, la videollamada se corta sin aviso o la página tarda una eternidad en cargar. Frente a estos problemas, la reacción inmediata suele ser culpar al proveedor de internet. Sin embargo, en muchos casos, el verdadero origen de la lentitud del WiFi no está afuera, sino puertas adentro.

Hoy los hogares están repletos de dispositivos conectados. Televisores 4K, cámaras de seguridad, parlantes inteligentes, consolas de videojuegos, celulares y computadoras demandan datos de manera constante. Esta creciente carga tecnológica puede saturar la red doméstica y provocar caídas de velocidad, interrupciones y una señal inestable que afecta la experiencia de todos los usuarios.

Pero la cantidad de dispositivos no es el único problema. Existen factores invisibles que influyen directamente en el rendimiento del WiFi y que muchas veces pasan desapercibidos.

Interferencias: el enemigo silencioso de tu conexión

Uno de los principales responsables de la inestabilidad son las interferencias electromagnéticas generadas por otros aparatos del hogar. Hornos microondas, teléfonos inalámbricos antiguos, monitores para bebés y algunos dispositivos Bluetooth utilizan la misma banda de frecuencia que el WiFi, especialmente la de 2.4 GHz. Cuando estos equipos están en funcionamiento, pueden debilitar la señal del router y provocar cortes o pérdidas de velocidad repentinas.

Si notás que la conexión empeora justo cuando usás alguno de estos dispositivos, es una señal clara. Alejar el router de estos equipos o migrar los dispositivos a la banda de 5 GHz, menos saturada, suele marcar una diferencia notable.

Las paredes también afectan (y mucho)

El WiFi no atraviesa los obstáculos sin consecuencias. Paredes gruesas, estructuras de hormigón, muebles grandes, superficies metálicas o incluso espejos pueden debilitar la señal. Por eso, muchas veces la conexión es excelente cerca del router pero se vuelve deficiente en otras habitaciones.

La ubicación del router es clave: lo ideal es colocarlo en un punto central de la vivienda, a una altura media y sin obstáculos cercanos. Guardarlo dentro de un mueble o ubicarlo en un rincón lejano suele ser una receta segura para una señal débil.

Saturación por redes vecinas y exceso de conexiones

En edificios o zonas densamente pobladas, el problema se multiplica. Las redes WiFi cercanas pueden interferir entre sí, sobre todo cuando varias utilizan el mismo canal en la banda de 2.4 GHz. Esto genera congestión, colisiones de datos y una notable disminución del rendimiento.

Con aplicaciones de análisis de redes es posible identificar qué canales están más saturados. Cambiar el canal del router a uno menos congestionado —como el 1, 6 u 11— puede mejorar considerablemente la estabilidad.

A esto se suma otro factor clave: demasiados dispositivos conectados al mismo tiempo. Un router tiene un límite para manejar tráfico de datos. Cuando se supera, comienzan los problemas. Desconectar equipos que no se estén usando y priorizar los realmente necesarios ayuda a aliviar la carga.

Routers viejos y configuraciones desactualizadas

Un router antiguo puede convertirse en un cuello de botella. Muchos modelos no están preparados para manejar velocidades modernas ni múltiples conexiones simultáneas. Reinicios frecuentes, lentitud constante o bajo rendimiento incluso cerca del equipo suelen ser señales de desgaste tecnológico.

Además, una mala configuración interna también impacta. Protocolos de seguridad obsoletos, contraseñas predeterminadas o firmware sin actualizar pueden reducir el rendimiento y permitir conexiones no autorizadas que consumen ancho de banda. Mantener el router actualizado y configurado con estándares actuales como WPA2 o WPA3 es fundamental.

¿Y si el problema no está en el WiFi?

Aunque gran parte de los inconvenientes se originan dentro del hogar, no hay que descartar fallas externas. Un módem defectuoso, cables dañados o problemas en la línea del proveedor también pueden afectar la conexión.

Una forma simple de comprobarlo es conectar un dispositivo directamente al módem o router mediante un cable Ethernet. Si la velocidad sigue siendo baja o la conexión inestable, el problema probablemente esté en el servicio o en el equipamiento principal, y no en la red inalámbrica.


Detectar qué está afectando tu WiFi es el primer paso para mejorar la conexión. En muchos casos, pequeños ajustes pueden marcar una gran diferencia y devolverle estabilidad a una red que hoy es esencial para el trabajo, el estudio y el entretenimiento en casa.

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