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Entre subas y competencia, el taxi se defiende en Río Grande

El trabajo diario de taxistas y remiseros en Río Grande transita un terreno cada vez más empinado. Las variaciones constantes en combustibles y repuestos, sumadas a la expansión de plataformas digitales, reconfiguran los números de un servicio clave para la movilidad local.

Esther, conductora con años en la calle, describió en Radio Fueguina un tablero de control que cambia varias veces al día. Contó que los ajustes de precios “no son un episodio aislado, sino una secuencia” que termina golpeando la recaudación. Lo ve en lo concreto: el valor del combustible a veces amaneció en un monto y por la noche ya era otro, lo que obliga a recalcular turnos y recorridos.

“Son centavos que se acumulan y al final del día pesan”, graficó, aludiendo a la carga continua que exige el rubro. Esa dinámica empuja jornadas más largas para sostener la flota en movimiento, con márgenes más finos y costos fijos que no dan tregua.

La presión no viene solo del surtidor. La competencia de aplicaciones —que los choferes locales tildan de “informal” cuando no está regulada— cambió el reparto de viajes. Según Esther, el trabajo “se cayó” frente a esa oferta y reclama que se ordenen reglas claras: quienes están habilitados, argumenta, pagan seguros, licencias e inspecciones que encarecen la operación.

A la par, mantener vehículos en condiciones y renovar unidades se volvió un desafío mayor. Los repuestos suben en escalera y el flete desde el continente a la isla agrega costos. “Comprás hoy y a los pocos días tenés otra lista de precios”, señaló. Aun así, afirma que muchas bases —como ATURG— hacen el esfuerzo por sostener autos nuevos para cuidar la prestación.

El resultado es una ecuación difícil: más horas en la calle, menor rentabilidad y una competencia que erosiona la demanda tradicional. En ese contexto, el sector pide definiciones: controles efectivos, previsibilidad en la carga de costos y un marco que les permita seguir prestando un servicio imprescindible para la ciudad.

Mientras tanto, cada variación en YPF o Axion —mencionadas por la chofer— termina de inclinar la balanza de un día para el otro. “Se hace cuesta arriba”, resume, con la sensación compartida de que el transporte público individual necesita respuestas a la altura de la coyuntura.

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