“El volante no da más”: taxistas de Río Grande denuncian derrumbe de la recaudación y costos fuera de control
La tensión entre el servicio tradicional y las aplicaciones volvió a encenderse en Río Grande. Desde la Asociación de Taxistas Unidos de Río Grande (ATURG) advirtieron que la actividad atraviesa su peor momento: la recaudación cae, los repuestos y el combustible se disparan y, al mismo tiempo, crece la presencia de plataformas que operan sin habilitación.
Griselda Fuentes, referente de ATURG, describió un cuadro crítico. Sostuvo que la merma del trabajo se explica por la pérdida de poder adquisitivo, el cierre de comercios y la competencia de choferes en apps que —remarcó— “circulan sin la debida habilitación comercial”. “Cuando más empresas cierran, más gente se suma a las aplicaciones. Eso nos empuja a todos a un escenario muy difícil”, señaló.
La dirigente pidió ordenar el sistema con reglas claras. Aclaró que no se busca expulsar a nadie del mercado, sino integrar a quienes hoy prestan servicio por plataforma bajo una misma normativa. “La plataforma no es un nuevo transporte, es una modalidad de trabajo. Si van a operar, que lo hagan en regla”, planteó.
En paralelo, los costos de mantenimiento asfixian al sector. “Cuanto más se circula, más rápido se gastan cubiertas, aceite y filtros, y hoy cada repuesto es prohibitivo”, describió Fuentes. El combustible, añadió, “ya no aumenta cada tres meses, sube todas las semanas”.
La renovación de unidades, un requisito clave para sostener la seguridad del servicio, quedó casi fuera de alcance. “Es imposible cambiar el auto; vamos estirando la vida útil como se puede”, admitió, y resumió el humor del parate: “Nos dicen que la inflación baja, pero en el bolsillo no se nota: recaudás menos y gastás más”.
Para el sector, la salida exige controles efectivos sobre la habilitación de choferes por aplicación, una actualización de tarifas acorde a la estructura de costos y una mesa de trabajo con el Concejo y el Municipio que permita reglamentar la convivencia de todos los actores sin precarizar el servicio ni el empleo.
Mientras tanto, en la calle el panorama es concreto: menos viajes, más gastos y la sensación de que el volante, hoy, “no da más”.
