Crece la demanda y caen las donaciones: el comedor de Andorra en situación crítica
La crisis económica golpea fuerte en el barrio Andorra y el comedor comunitario “El Rincóncito del Fin del Mundo” atraviesa un momento delicado. Su referente, Sulma Paredes, describió una realidad que se repite cada semana: menos donaciones, más familias en lista de espera y la imposibilidad de dar respuesta a todos.
Actualmente, unas 60 familias reciben asistencia alimentaria en el espacio, aunque muchas otras aguardan por un lugar. “La lista de pedidos no deja de crecer, pero no tengo recursos para sumar más beneficiarios”, explicó Paredes, quien reconoció que ha debido reducir la cantidad de raciones. “No puedo cocinar para todos y después decirles que no alcanza. Es una situación muy dolorosa”, agregó.
La caída en los aportes se debe, por un lado, a la inflación que erosiona el poder adquisitivo de quienes solían colaborar, y por otro, a que varios de esos vecinos ya no residen en la provincia. “Antes recibíamos más ayuda, hoy muchas de esas manos ya no están”, relató.
El comedor funciona con un esquema sencillo pero vital: se entrega todo el mismo día para evitar que las familias deban regresar. “La mayoría vive en condiciones muy duras, con calles de barro y sin dinero para el transporte”, explicó Paredes. Además de los almuerzos, cuando es posible también se reparten meriendas.
Más allá de la comida, el espacio ofrece apoyo escolar, talleres abiertos y escuela bíblica. “Las puertas siempre están abiertas, nunca pedimos nada a cambio y no respondemos a ningún partido político”, aclaró su responsable.
El sueño de Paredes es que el comedor deje de ser necesario. “Queremos que las familias puedan vivir de un trabajo digno. Armamos una cooperativa con mi esposo para generar empleo, pero no conseguimos apoyo. Nadie nos dio una mano”, lamentó.
Entre las necesidades más urgentes enumeró alimentos no perecederos, ropa de abrigo, utensilios básicos y materiales para familias que perdieron todo en incendios. También pidió respaldo para iniciativas que permitan capacitar a jóvenes y adultos. “Necesitamos talleres de oficios, un espacio digno donde los chicos puedan jugar y no pasar el día en el barro”, señaló.
Pese al panorama sombrío, agradeció a quienes siguen colaborando. “Las jubiladas que nos ayudan una vez al mes son un ejemplo. No sé cómo hacen, pero siempre aparecen”, expresó emocionada.
Quienes deseen colaborar pueden acercar donaciones a la casa 4 de la 552, sobre la calle principal de Andorra, frente al playón municipal, o comunicarse al 5090280. “Es una casa de chapas blancas con dos estatales. Todos en el barrio saben dónde estamos”, finalizó.
